Desde los escombros del Jet Set (Cambio de uso, y edificaciones construidas bajo normativas obsoletas; parte 2)
Sin embargo, el ingeniero responsable de coordinar al equipo
de especialistas ya ha adelantado que el informe técnico definitivo podría
tardar hasta tres meses en completarse. Es un proceso que exige tiempo y
precisión, y mientras tanto, la sociedad se mantiene a la espera de respuestas.
Así que, en lo que el hacha va y viene, en esta serie
seguiremos desglosando los elementos clave del caso, de manera que cualquier
persona interesada pueda comprender lo que pudo haber ocurrido, sin necesidad
de ser experta en ingeniería.
El Jet Set es solo uno de los muchos edificios ubicados
dentro de los 113 kilómetros cuadrados que conformaban la zona urbana de Santo
Domingo en 1988. Para entonces, el edificio tenía ya trece años de construido y
funcionaba como un cine, que fue, de hecho, el uso original para el cual fue
diseñado.
Y es precisamente ahí donde podría encontrarse el
"pecado original": el cambio de uso. Como veremos más adelante en
esta serie, las condiciones estructurales que requiere un cine son diferentes a
las que demanda una discoteca, especialmente en lo que respecta a la exposición
constante a vibraciones, sobre lo cual hablaremos con más detalle en artículos
posteriores.
Ahora bien, es justo reconocer que, en el momento en que se
realizó esa transformación —de cine a discoteca—, es poco probable que el Obras
Publicas del momento cuestionara el diseño original de la estructura, por
regirse bajo normativas distintas a la de la actualidad. En todo caso, lo que
si se pudo haber cuestionado desde entonces es la carga adicional que
impusieron los equipos instalados en la azotea para adaptar el edificio a su
nuevo uso: sistemas de sonido, luces, aire acondicionado más potentes, entre
otros.
Y es que hay un aspecto que no puede pasarse por alto: la
evolución de las normativas de construcción. Aun si la estructura hubiese
estado en perfectas condiciones, tal como el día en que fue inaugurada en 1975,
es muy probable que no cumpliría hoy con los requisitos actuales del Ministerio
de Obras Públicas, especialmente los establecidos después del terremoto de Haití
en 2010.
Esto nos lleva a una reflexión más amplia: si las normas que
hoy pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte en un evento sísmico
o ante el deterioro acumulado solo han estado vigentes durante los últimos
quince años, ¿cuántas estructuras más estarán por ahí arrastrando problemas desde
su mismísima génesis?
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