Desde los escombros del Jet Set (Estructuras prefabricadas y vulnerabilidades ocultas; parte 3)

Habiendo establecido que las normativas bajo las que se construyó el Jet Set hoy resultan obsoletas, y que, además, el edificio no fue originalmente diseñado para albergar una discoteca —con el tema de las vibraciones que eso implica, y la añadidura de peso sobre la losa para facilitar los servicios que dentro del establecimiento se ofrecían—, toca ahora analizar otro elemento: la configuración estructural del edificio.

 

El techo del Jet Set estaba compuesto por un sistema de vigas prefabricadas. Esto significa que las vigas no se fabricaron directamente en el lugar de la obra, sino que fueron elaboradas en otro sitio, transportadas y luego colocadas con grúas en su posición final. La tecnología del prefabricado, ya sea pre o postensado, es sumamente interesante y versátil: permite construir edificaciones y puentes de gran longitud (o luces), que de otro modo serían mucho más costosos y complejos de ejecutar.

 

Ahora bien, según las fuentes disponibles, todo parece indicar que la primera vez que se utilizó esta tecnología en la República Dominicana fue en la construcción del puente sobre el río Higuamo en 1973, apenas dos años antes de levantarse el edificio que eventualmente albergaría al Jet Set. Es decir, se trataba de una tecnología nueva en el país, aunque ya probada en otros contextos. Eso no desmerita necesariamente su uso en ese momento, pero sí es un dato que vale la pena tener en cuenta.

 

De hecho, la normativa que finalmente reguló este tipo de sistemas no entró en vigencia sino hasta 1982, es decir, siete años después de concluida la obra.

 

Como ya se ha dicho, la tecnología del pre y postensado ha sido una bendición para muchas construcciones. Sin embargo, hay al menos dos aspectos críticos que deben considerarse en cuanto a su durabilidad a largo plazo.

 

Primero, por la forma en que suelen colocarse, las vigas prefabricadas de este tipo son consideradas como simplemente apoyadas. En términos técnicos, esto significa que no existe una unión que conecte íntegramente la viga (elemento horizontal) y el resto de la estructura —como sí ocurriría en un sistema de apoyo empotrado, que es el que ocurre en las construcciones más convencionales. Esta diferencia puede parecer menor, pero no lo es. En caso de que se produjera un deterioro estructural, un sistema empotrado podría ofrecer más resistencia y tiempo de advertencia, favoreciendo un colapso dúctil (progresivo) en lugar de uno frágil (repentino), lo cual es clave para salvar vidas.

 

El segundo aspecto es aún más delicado: las estructuras pre y postensadas fueron concebidas para lograr el uso más eficiente posible de materiales, lo cual es una de sus grandes ventajas. De hecho, esta tecnología se expandió rápidamente a partir de los años 50 por la escasez de acero en el mercado internacional tras la Segunda Guerra Mundial.

 

Pero esa eficiencia tiene su costo. A diferencia de otras estructuras de hormigón armado, las pre y postensadas no cuentan con una “reserva” significativa de acero que permita redistribuir esfuerzos si algún elemento falla. Es decir, su margen de tolerancia al deterioro es mucho más estrecho. Por eso, la protección, el sellado y el mantenimiento periódico de este tipo de estructuras no es opcional: es vital.

 

Al momento de escribir esta serie, desconocemos si tales mantenimientos se realizaron en el caso del Jet Set.

 

En los próximos artículos seguiremos desmenuzando más aspectos técnicos detrás de este hecho que ha consternado a toda la sociedad.

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